SE DICE DE MÍ

Nombre: Rosalino David Carigi Aqulini.
Apodos: Titi (Uruguay). Catire (Vzuela)
Nacido el: 28 de marzo de 1929.
En: Fornacci di Barga, Lucca, Italia.
Nacionalidad: Italiano y Venezolano.
Profesión: Téc Industrial en Esmalte.
Vida laboral: Dibujante, Proyectista, Jefe, Gte. de Planta.
Estado: Casado con María Teresita Delgado San Martin.
Hijos: Juan Pablo, María Leticia, María Esther
El 13 de octubre de 1931, teniendo dos años y medio, vine con mis padres a Montevideo. Y viví hasta mis 25 años en la Villa del Cerro, barrio emblemático.
Soy otro ejemplo de los criados durante los años treinta y cuarenta en la República Oriental del Uruguay.
República que sembró en aquellos niños, principios que los harían críticos despiadados consigo mismo y con los demás.
De 1925 a 1938, en la gran huida de Europa, llegaron al Cerro seres de diferentes pueblos, religiones, sueños, odios.
Venían todos con ideales de un futuro mejor.
Ideales que fueron transmitidos a los niños, sentados en las baldosas de las veredas, por viejos frustrados del marxismo, socialismo, fascismo, comunismo, por italianos, armenios, judíos, rusos, alemanes, polacos, gallegos, catalanes.
Y que nos dejaron una mezcla incongruente de ideas
Asistí a la escuela Checoslovaquia, laica y del estado, y así mismo pertenecí a un grupo de la iglesia católica parroquial.
Me gustó ser aprendiz de todo, desde zapatero remendón a monaguillo, y sin beneficio alguno. Sólo por conocer.
Completé mi educación en el Liceo Bauzá, el de la avda. Agraciada. Tuvimos profesores que nos enseñaron normas, y otros a pensar... y dudar de las verdades absolutas.
Una de las pocas cosas a la que quisiera volver, es al Liceo Bauzá en 1945 y en segundo año “C” del turno vespertino.
En 1957 me marché tras un sueño a Venezuela. Fueron cincuenta años allí. Toda una vida. Mi vida.
Viví los mejores años de dos grandes países, el Uruguay y Venezuela. Tuve la felicidad de vivir sus progresos. Y la fortuna de no hacerme rico. Tuve la tristeza de vivir sus decadencias. Y la suerte de no volverme ruin.
Di más de lo que saqué. Ayudé a abrir el camino de la industria, del esmalte. Tuve la dicha de enseñar a usarlo... y la amargura de ser usado en él.
En el 2008 volví al Uruguay. El tiempo todo lo cambia. El Uruguay que encontré no es el que dejé. La Venezuela que dejé no es la que encontré.
Pero los que yo viví, nunca me los podrán cambiar. Nunca me los podrán quitar. Por que al Uruguay que me formó, y la Venezuela donde me desarrollé, los llevo en mí.
Los dos me dieron todo. Y yo me di todo a ellos.
Expresando ese sentimiento, emulaba una canción:
–Ni soy de aquí, ni soy de allá…
Y alguien me corrigió:
–¿No será que es de aquí y de allá? Usted es un extrañero no un extranjero. El que se forma en un lado y hace su vida en otro, será un extrañero en ambos. Porque cuando esté en una parte extrañará la otra.
Hoy, viejo, miro hacia atrás y no me arrepiento de ningún instante vivido. Son mi vivencia.
Fui un niño tímido, observador, retraído, y solitario.
Fui un joven rebelde, inquieto, inconforme y soñador.
Fui un hombre introvertido, irascible, estricto e idealista.
Soy un viejo agnóstico, impaciente, nostálgico y bohemio.
Un viejo que… fue.